Me encuentro en un conflicto ante este libro, pues me gustó mucho pero no puedo decir que disfruté leerlo. Por lo positivo, puedo decir que la historia te permite experimentar muchos sentimientos, desde la indignación y el coraje, hasta lástima y desesperación, pues por un lado tienes a un padre amoroso pero irresponsable que confunde dignidad con orgullo y por otro, a una madre que hará lo que sea necesario para sacar adelante a sus hijos pero que siempre vivirá esperanzada a que su marido se convertirá en el hombre y padre que debería ser. Las descripciones son fantásticas, realmente te sientes viviendo al lado de Frank en un pobre, sucio, frio y húmedo callejón de una ciudad de nombre Limerick en la vieja Irlanda, el autor logra trasladarte ahí para poder imaginar los olores, los sonidos y hasta a inmundicia en la que pasó su infancia. Lo que me pareció más interesante fue ver como en el pasado, la religión dominaba e incluso manipulaba el actuar de las familias y la sociedad en general, principalmente en los niveles económicos más bajos, en donde anteponían sus creencias a cualquier otra necesidad. La historia te conmueve ya que está narrada desde la voz y el sentir de un niño, que con su inocencia logra mostrarte lo que es vivir en compañía de la más vil miseria, y la forma en como él percibe las dificultades que se le van presentando mientras va creciendo. Al ser un infante, tiene una que otra “puntada” con lo que logra hacer entretenida la lectura, pues debo confesar que a mi parecer, en algunas partes se volvía tediosa y un poco repetitiva, pues todo el libro trata básicamente del día a día de la familia junto a todos los trágicos sucesos que se van desatando. No lo recomiendo como una lectura para principiantes, pero sí para aquellos que disfrutan leer historias acerca de supervivencia y crecimiento personal, dramas crudos o novela biográfica.